Por los mismos suelos en donde se asienta el Instituto Félix Rodríguez de la Fuente, discurría el río Pico de Gamonal. De su precario cauce se nutrían los huertos que estiraban sus franjas de hortalizas y frutales a su costado, algunos ciruelos y manzanos, un membrillo y algunas zarzas que delimitaban con rudimentarias estacas y alambrados de espino, los doce huertos de Gamonal. Por ellos anduve, en ellos jugué, en los chopos, álamos y olmos que circundaban el camino blanco hacia Capiscol, subí, de ellos cortábamos las ramas para hacer nuestras cabañas, por allí encontré los colores que significaron mis cuadros.Eran los años cincuenta, los que nos anudaron a las primeras grafías entre los quijotes escolares que los maestros Godofredo, Luis y José Bernal, nos repartían en la escuela aún existente a unos metros del instituto Félix. La leche en polvo, la tinta en pastillas, la estufa de serrín, el Cara al Sol,…el ruido de los junkers alemanes del aeródromo militar de Villafría, sobrevolando el pueblo y los pantalones cortos remendados, eran el equipaje conque aprendimos a leer, el paisaje por donde discurrió nuestra infancia, enmarcada por el Vena de la Casa de la Vega y sus encinas, el río Pico, sus huertos, los esbeltos chopos, el huerto del Cura con sus cuatro nogalas inmensas y el pozo de Timoteo donde se sacaba el agua para la vida, a la vera de la iglesia la Real y Antigua de Gamonal ( desde 1929, una fuente todavía existente, abasteció de agua al pueblo y al ganado ). Inolvidables maestros que dibujaron con tizas de colores en las pizarras los trazos que luego me harían pintor. Del mismo modo, unos muchachos inolvidables, inquietos, inteligentes, han puesto en lienzos temas, colores, formas y contenidos, trazos y dibujos, pensamientos y sueños aquellos deseos que un día instalaron en mí los maestros de las escuelas de Gamonal. Lo han hecho desde el deseo, desde el ansia de conocimiento, de las ganas de aprender a pintar, a mezclar colores, a dibujar bocetos para relatar lo que les mueve, conmueve, preocupa y sueñan. Temas como “Carentiam”, “Cambio climático”, “Epílogo”, “Puertas”, han fraguado una nueva proyección de este centro escolar anudada al arte. La impagable ayuda de sus profesores, la curiosidad de muchos de sus mentores, de los muchachos sobre todo, de que se puede crear con los aperos simples de la ilusión, de la intuición, de la constancia, de la voluntad: elementos que traían de su educación escolar, y sobre todo de esa magia que desde el dibujo atrapa, han hecho posible una obra excepcional. Esto, la inquietud pedagógica de un centro excelente en su quehacer educativo y un profesorado abierto al arte, han conseguido dar fin a una obra que estará en el salón de actos del centro indefinidamente. Han sido los propios muchachos los que han consensuado y votado los temas, los que han seleccionado los bocetos preparatorios, los que han urdido la trama de unos lienzos de gran formato por donde sus huellas han dejado algo de su crecimiento. Entre resinas, acrílicos, linazas, óleos, trementina, aceites y fijadores, carboncillos y grafitos, millares de trazos han fragmentado la vida en un temario digno de observar. La idea y el sendero por donde desarrollarla, la preparación desde la abstracción más contundente, lírica, potente han dado su fruto. Tan solo me cabe darles las gracias por haberme dejado crecer a su lado, por haber escuchado y pintado conmigo la vida que nos toca, sus palabras y silencios, hechos imagen: la mejor de las obras que jamás he pintado. Juan Vallejo
